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CHUCK FOREVER!


Dijo John Lennon una vez: “Si tuvieras que darle al rock and roll otro nombre, podrías llamarlo Chuck Berry”. Declaró Paul Simon después: “Ningún otro compositor influyó tanto en mi generación”. Escribió Keith Richards luego: “No sé si Chuck se da cuenta de lo que logró”. Y Bob Dylan lo llamó ‘el Shakespeare del rock’. Y Leonard Cohen lo bautizó ‘el Kafka del blues’ en el 2012, cuando los dos recibieron el primer premio PEN para los autores de canciones, y, citando su clásico de 1956 'Roll Over Beethoven', concluyó: “Si Chuck no hubiera echado a un lado a Beethoven, no habría lugar para ninguno de nosotros”. Berry fue un pionero del rock y, también, un narrador inmejorable de la adolescencia y la desazón estadounidenses, que no dejó nunca de ser relevante.

Nació el 18 de octubre de 1926 en Saint Louis, Missouri, en una familia de clase media. Bajo la mirada de un padre bautista, y con el apoyo de una madre pedagoga, pronto se lanzó a una carrera en la música popular. Y en 1956, luego de ganarse la vida en clubes y de buscarse un sitio en la naciente escena musical, se convirtió en uno de los fundadores del rock cuando convirtió la canción tradicional Ida Red en la frenética Maybellene. Las inolvidables canciones que siguieron, obras maestras como 'Rock and Roll Music', 'Sweet Little Sixteen' o 'You Never Can Tell', lo pusieron en la lista dorada de los precursores: Buddy Holly, Elvis Presley, los Everly Brothers, Carl Perkins.

Fue Berry quien hizo del rock el reino de la guitarra eléctrica.

Fue la gran influencia de los mejores que haya oído el mundo, de Lennon a Cohen, pero con la llegada de cada generación sucedió algo que volvió a convertirlo en una estrella: una escena del clásico del cine Volver al futuro puso a los jóvenes de los ochenta a tararear 'Johnny B. Goode' y 'Route 66' lo presentó a los niños que vieron Cars a principios del nuevo siglo. Berry sobrevivió a todas las adicciones, y a unas cuantas perversiones, para morir de viejo a los 90. “Los puntos más altos que viví vinieron de una multitud de 62.000 voces y también del gemido de una”, escribió en su autobiografía de 1987. Y quizás no haya mejor definición de su vida.


 
 
 

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